Arte y espacio urbano

Monumento a la Restauración en Capotillo, Dajabón (1986)

 

Una de las características clave del arte público es el contacto cercano con el espectador. El arte público del siglo XXI se ha convertido en un instrumento para el desarrollo de ciudades. Históricamente, en la constitución de muchas ciudades, el arte fue primero, prerrogativa del poder soberano y de la religión antes de democratizarse y convertirse en una expresión artística mucho más libre, compartida, institucionalizada o espontánea. En muchos países la política cultural del Estado ha puesto el acento en el arte público como medio para democratizar los servicios del arte poniéndolo al alcance de quienes no visitan las instituciones culturales tradicionales o no las tienen en su comunidad. En las últimas décadas, a medida que la instrumentalización de los objetivos de la política cultural asume paulatinamente un papel cada vez más importante, el arte público se ha vinculado a las expectativas de hacer más atractivas las ciudades. Esto ha sido fuertemente instigado por la retórica de las ciudades creativas, presente en las estrategias de desarrollo urbano. Algunos impactos son de naturaleza económica (directos, indirectos o inducidos), otros son solo sociales y culturales, conectándolos en un sentido que crea comunidad.

El término arte público se usa para referirse a una inmensidad de enfoques artísticos que posicionan y producen arte en una dimensión espacial y comunicativa abierta, por lo tanto, fuera de los espacios convencionales asignados al arte (museos, salas de teatro, galerías y otros espacios cerrados). Un precedente histórico procede de la expresión francesa del art publique, que es, además, el título de la revista trimestral L'Art public publicada por el l'Institut international d'art public, Bruselas (1907 y 1912), resultado de una necesidad de aplicación del arte en espacio público surgida a partir de finales del siglo XIX. A finales de la década del 1990 se produjo una gran expansión de literatura crítica a través de ensayo, revistas especializadas y, sobre todo, material disponible en la red por medio de portales públicos de arte, centros de investigación y grupos especializados de conservación que con frecuencia contribuyen a brindar informes sobre un tema que ha estado recibiendo una atención creciente en los últimos años, los gobiernos de muchas ciudades comenzaron a percibir la cultura como una oportunidad de desarrollo económico y marketing urbano (promoción de la imagen de la ciudad). 

Por lo tanto, la expresión arte público parece hacer comenzado a tener su propia historia recientemente, aunque la definición todavía es bastante incierta debido a la variabilidad de los términos involucrados en ella. En efecto, la definición misma del espacio público, no como indicación de lugar, sino como dimensión social y política de una vida colectiva diversificada y compleja, implica una negociación continua en el reconocimiento de la identidad colectiva e individual, haciendo un completo y concluido definición imposible, pero siempre negociable. Transcurrido el tiempo, la concepción del manejo del sistema de espacio público urbano ha cambiado. De una idea dimensional, topográfica y arquitectónica hemos pasado paulatinamente a la de un espacio de interacción. Puede decirse que las prácticas artísticas de naturaleza participativa e inclusivas, que se han abierto cada vez más a una implicación real y activa del público en la operación creativa, han ido de la mano de la redefinición del concepto mismo de espacio.

El punto de partida es la suposición de que el arte público debe definirse de la manera más inequívoca posible, caso por caso y contextualmente, de modo que sus diversos efectos puedan discutirse de manera significativa, estudiarse y medirse. La razón es que el concepto de arte público es tan amplio y sus manifestaciones individuales tan diversas que puede resultar engañoso hablar de sus efectos de manera general. La importancia del arte público también ha cambiado con el tiempo y varía en diferentes áreas lingüísticas y culturales. El término “público” por sí solo adquiere varios significados diferentes. En las últimas décadas esos cambios han sido radicales, y tanto el fenómeno como el concepto parecen expandirse y diversificarse constantemente. Además de los monumentos tradicionales, el arte público se refiere al arte ambiental, el arte que desaparece (como las representaciones), el arte comunitario, el arte callejero, el arte urbano, el activismo y el diseño urbano. Desde la década del 1990 se habla de nuevos géneros de arte público, por ejemplo, al arte activista que se realiza fuera de las estructuras institucionales y busca el contacto directo con el público. Las obras son como un proyecto y se crean en diálogo con las personas, es decir, se establece la participación de la comunidad en el proceso.

El tema del arte en el espacio público es de interés para todos aquellos que entienden, planifican, diseñan y gestionan los espacios urbanos, en el contexto de la política de proyectos culturales y de regeneración urbana, para garantizar que las personas se desencadenen procesos de crecimientos que, en su conjunto, tienen efectos positivos sobre la ciudadanía y su capital cultural. El papel del arte, su poder evocador y los mensajes que transmite, reflejan una sociedad y dicen mucho sobre la forma en que se quiere proyectar. Casi siempre, una intervención artística exitosa responde con una disminución de la pobreza, la violencia, la inseguridad y es una manera de enfrentar la desigualdad social. Se entiende que el arte y la planificación artística mejoran la calidad del entorno construido y aumentan el interés y la demanda en áreas nuevas y remodeladas, reflejando un dinamismo de la identidad, siendo un modo de crear símbolos identitarios. Más allá de estos aspectos materiales e infraestructurales del proceso de reconocimiento del arte en espacio urbano, es evidente que, en general, se pasa por alto la importancia del desarrollo de los propios procesos culturales, entendidos en su sentido más amplio. La planificación se humaniza cuando se otorga a la cultura un papel protagónico.

Las obras de arte tienen el potencial de cambiar las percepciones de los espacios urbanos, las actividades culturales generan una comunidad y redes que ayudan a gestionar la vida y, además, la arquitectura y el diseño tienen un efecto refrescante y confortable en el medio ambiente y, por lo tanto, también contribuyen a la democratización del arte y el patrimonio y, de la misma manera, puede fortalecer la actitud positiva de los ciudadanos hacia su ciudad y mejorar su calidad de vida. El patrimonio artístico y cultural de la ciudad se entiende como un bien de todos, una escuela de ciudadanía, un instrumento para construir de alguna manera una especie de igualdad entre los ciudadanos para que todos puedan disfrutarlo. Así, llevar el arte a un espacio público urbano o rural se convierte en una forma de aumentar la participación ciudadana. Cada vez es más necesario operar dentro de los procesos cotidianos en contacto directo con el mundo real, con la conciencia de que el arte puede contribuir a cambiar los órdenes y las relaciones dentro del público al que se dirige, esto requiere de acciones de planificación concretas y objetivos colectivos comunes, a través del análisis explícito y completo de las razones que sustentan las distintas posiciones y concebir la consecución de la planificación sobre los usos de la ciudad y los espacios urbanos en función de la integración del arte no sobre la base de una sola dirección, sino en términos de coordinación e intercambio dentro de una multiplicidad de criterios. Con esto se pretende subrayar la importancia de conciliar las necesidades funcionales y sostenibilidad del arte en el espacio público con atención a la definición y mejora de la imagen percibida y los valores visuales del sistema de paisaje urbano y las actividades urbanas.

La renovación de la ciudad se articula en torno a equipamientos culturales emblemáticos y la promoción del patrimonio cultural, camino fundamental para el desarrollo sociocultural de la realidad local. Los beneficios económicos surgen como subproductos de un proceso cuyo propósito principal es estético o social. El reto de la ciudad contemporánea es tratar de mantener su papel como centralidad apoyándose en nuevos elementos de renovación y transformación del espacio público, dirigida a reorganizar la sociedad y todo el territorio habitado. Una solución a la creciente demanda de calidad urbana indudablemente radica en la creatividad. La regeneración urbana es ese proceso complejo con el que se eleva el nivel de calidad de vida de la ciudad. Los proyectos de arte público y regeneración urbana son intervenciones heterogéneas, de naturaleza adaptativa con respecto al entorno cultural, social y económico institucional en el que se ubican, precisamente porque están diseñados para un entorno y surgen de sus necesidades. La cadena de producción de obras de arte y actividades culturales en un espacio público es un concepto de política económica que puede ilustrarse delineando los roles y tareas de los principales actores, públicos y privados. En torno a esta idea -y la gran esperanza de futuro que encierra- se desarrolla una forma creativa de gestionar el territorio y la economía, sin embargo, todavía se ha prestado poca atención a la posible interacción entre estos aspectos. Abordar la planificación artística dirigida al espacio público implica incentivar la imaginación de ideas innovadoras y creativas, viables y factibles, prestando especial atención a las convergencias entre urbanismo, arquitectura, diseño, tecnología sostenible y al entorno creativo-social.

La especificidad del arte público se refleja en consecuencia, en la forma en que se gestionan y financian los proyectos. Históricamente, el Estado se ha hecho promotor de proyectos de arte público para promover una cultura unificadora y para apoyar el sistema nacional de arte y a los artistas. En las últimas décadas, en algunos contextos, el objeto del arte ha sido relegado a un papel meramente ornamental para los edificios o espacios públicos y no se puede negar que esta práctica compromete la importante posibilidad de que la administración pública utilice el arte y las actividades culturales, en el sentido más amplio, como motor de rehabilitación y regeneración urbana (recuperación de espacios, proceso de reinvención, conservación del patrimonio y mejora de ámbitos urbanos), promotor del desarrollo a nivel económico (desarrollo del turismo y la economía relacionada, empleo, producción de conocimientos y saberes), y facilita el proceso de inclusión y la cohesión social (participación, igualdad de oportunidades, formación y consolidación de identidades). La forma de ciudad, sus relaciones y la planificación estratégica son un estímulo fundamental tanto para la innovación como para la producción de cultura. El objetivo de muchas prácticas que se mueven en el espacio público es la creación de un nuevo patrimonio artístico contemporáneo que sea reconocido por la comunidad como un lenguaje común de la actualidad y que pueda expresar valores compartidos y transmisibles.
 
A medida que el arte público se generaliza y sus formas se diversifican, el trabajo relacionado con el tema aumenta en la vida cotidiana de quienes tienen bajo su responsabilidad las tareas de planificación urbana o planeamiento urbanístico, su implementación y el mantenimiento de espacios. Sin embargo, no siempre se dispone de directrices ni principios operativos comunes. Cuando diferentes partes de la organización de una ciudad reciben propuestas de trabajo y permiten que éste se lleve a cabo y se mantenga, a menudo es imposible para un funcionario individual saber qué se debe tener en cuenta en cuanto a sus funciones. ¿Qué tipo de arte se quiere en un espacio común y cuál sería un lugar adecuado para el arte en cada caso? ¿Cómo obtendrían sus derechos las diferentes obras y qué aspectos prácticos deberían considerarse en los procesos de concesión de licencias, implementación y mantenimiento? Las pautas comunes para la implementación del arte público contribuyen a que todos, mediante la ejecución de un marco de cooperación interadministrativa, fluya para la obtención de resultados que mejoren la calidad del espacio urbano. Esto implica la creación de nuevos equipamientos, la constitución de redes entre las diversas instituciones culturales, la circulación de obras y públicos y el apoyo a la estructuración de eventos, con foco en la comunicación, la creatividad, el arte, la disponibilidad, la participación, la sociabilidad, la interacción, sostenibilidad, accesibilidad y visibilidad. 

Cada vez más se reconoce que el arte público puede representar un valor añadido y es capaz de contribuir al enriquecimiento estético de los lugares urbanos gracias a su extraordinario poder comunicativo y de integración. Es una forma de arte que tiene una larga historia que atraviesa movimientos artísticos que están circunscritos a la historiografía del arte, apenas entra en la historia del arte, pero es en efecto una práctica estética, que contribuye positivamente a la calidad social, promoviendo la inclusión, desarrollando la cohesión, facilitando la participación activa de la comunidad, ya que el beneficio que produce el arte en espacio público es endógeno a la experiencia misma a través de la cual se generan y disfrutan simultáneamente.