De acuerdo a la Carta Europea del patrimonio arquitectónico
y la declaración de Granada de 1985, el patrimonio arquitectico es “un capital
espiritual, cultural, económico y social con valores irremplazables”. La pérdida
de estos valores supondría la privación de una parte importante de la
conciencia colectiva. Asimismo, los bienes culturales son únicos e
irrepetibles, y, por tanto, es necesario asumir este carácter singular para que
su conservación sea compatible con su uso.
A pesar de la presencia de cartas y documentos internacionales
y de las normativas jurídicas, es continuo observar como los planes de
conservación y restauración del patrimonio se ven contaminados por
intervenciones inadecuadas que ignoran la dualidad Bien cultural-documento y la
conciliación de la instancia histórica y la estética, a la vez que falsean la
propia esencia de la técnica constructivas utilizando materiales discordantes de
la época, desvirtuando y dificultando la compresión de los mismos y
descontextualizando sus elementos con conceptos estéticos arbitrarios.
Por otro lado, es un hecho irrefutable que el dotar al
bien patrimonial de uso es una condición fundamental para su conservación, pero
ese uso debe estar acorde con la permanencia de los valores que los caracterizan,
su significación cultural originaria, su
estratificación histórica (el proceso que
ha atravesado a lo largo de la historia, desde el momento de su
construcción hasta la actualidad), manteniendo sus características formales
iniciales y propiciando una percepción singular de su entorno que refuerce el
valor patrimonial. Claro está, una reconstrucción total o parcial de un
monumento, por muy precisa y virtuosa que sea, nunca reemplazará totalmente a
un edificio original.
En el caso de las Ruinas de San Francisco, primer
monasterio de América, la propuesta presentada por el Ministerio de Turismo
(Mitur), a través del Programa de Fomento al Turismo Ciudad Colonial, no cuenta
con el consentimiento de las organizaciones e instituciones nacionales
responsables de la salvaguarda, conservación y restauración del patrimonio
cultural, incluidos los monumentos históricos del país. En defensa de su
propuesta, el Mitur se ha empecinado en descontextualizar e interpretar algunos
artículos contenidos en la Carta de Venecia del 1964, alegando que el proyecto
ganador cumple con los lineamientos establecidos por la Unesco.
La transformación que el Mitur pretende realizar sobre los muros de las
Ruinas de San Francisco responde a criterios estilísticos y culturales, en
donde un arquitecto pretende anteponer su propia obra valorada como moderna o contemporánea
e innovadora renunciando a los valores y
significados históricos y culturales de la arquitectura del pasado, confiriendo
al bien cultural cambios irreversibles.
Es muy cierto que el conjunto arquitectónico que
comprende las Ruinas de San Francisco amerita una restauración integral, planificada
y consensuada por los distintos sectores e entidades vinculados a la gestión y conservación
del patrimonio, la cual deberá ser orientada por el máximo respeto hacia la
integridad estética, histórica y física del bien cultural. En el proyecto de
restauración, según plantea la Carta de Cracovia, deben participar todas las
disciplinas pertinentes y la coordinación deberá ser llevada a cabo por una
persona cualificada y bien formada en la conservación y restauración.
La Carta de Cracovia 2000, que es el resultado de varios
años de trabajo respaldados científicamente por importantes personalidades
pertenecientes a respetables organizaciones tales como el Icomos, Iccrom, la Unión
Europea y más de veinte instituciones académicas, recoge los nuevos criterios fundamentales
para la conservación y restauración del patrimonio, manteniendo en esencia el espíritu
de la Carta de Venecia y a la vez se actualizan los criterios y recogen todos
aquellos avances que se han producidos en el campo del Patrimonio Histórico
desde 1964, considerando los aspectos jurídicos, culturales y tecnológicos.
Una de las principales aportaciones de la Carta ha sido
esclarecer la práctica de conservación y restauración, así como aportar una visión de la restauración monumental acorde
con la situación actual, partiendo del estudio estructural, la identificación
de significado histórico, artístico y sociocultural. Este documento igualmente
destaca la importancia de dar un sentido de autenticidad a la suma de las
características sustanciales históricamente determinadas, es decir, al
resultado de las diversas transformaciones ocurridas a través del tiempo.
En contraste a la interpretación descontextualizada del
Mitur, el Artículo 6 de la Carta de Cracovia plantea que: “La intención de la
conservación de edificios históricos y monumentos, estén estos en contextos
rurales o urbanos, es mantener su autenticidad e integridad, incluyendo los espacios
internos, mobiliario y decoración de acuerdo con su conformación original. Semejante
conservación requiere un apropiado “proyecto de restauración” que defina los métodos
y los objetivos. En muchos casos, esto además requiere un uso apropiado, compatible
con el espacio y significado existente. Las obras en edificios históricos deben
prestar una atención total a todos los periodos históricos presentes”.
En el Artículo 10 nos dice que: “…la intervención elegida
debe respetar la función original y asegurar la compatibilidad con los
materiales y las estructuras existentes, así como con los valores
arquitectónicos. Cualquier material y tecnología nuevos deben ser probados
rigurosamente, comparados y adecuados a la necesidad real de la conservación.
Cuando la aplicación “in situ” de nuevas tecnologías puede ser relevante para
el mantenimiento de la fábrica original, estas deben ser continuamente
controladas teniendo en cuenta los resultados obtenidos, su comportamiento
posterior y la posibilidad de una eventual reversibilidad”. Esta precisión conlleva una serie de decisiones a partir de una valoración apoyada en un riguroso y consensuado proceso metodológico.
La articulación de la intervención que demanda las
Ruinas de San Francisco debe estar sostenida por un conocimiento pormenorizado
y análisis derivado de la investigación interdisciplinar, pues ello ofrece
soluciones negociables ante los conflictos que puedan surgir.
Este proyecto debe ser concebido como un plan abierto que planifique el encuentro entre memoria colectiva, transformación del territorio y crecimiento cultural, estableciendo unos fines, unos objetivos y una estrategia apropiada que integre la recogida de información y el conocimiento profundo del bien cultural, en la medida que resulte conveniente y siempre que respete los fines y principios de la conservación .
Este proyecto debe ser concebido como un plan abierto que planifique el encuentro entre memoria colectiva, transformación del territorio y crecimiento cultural, estableciendo unos fines, unos objetivos y una estrategia apropiada que integre la recogida de información y el conocimiento profundo del bien cultural, en la medida que resulte conveniente y siempre que respete los fines y principios de la conservación .