La cartografía



En la vastedad de un lienzo de papel,
donde los mares azules se despliegan
y las montañas elevan sus sombras,
la cartografía teje la historia del mundo.

Cada línea, un susurro de caminos recorridos,
cada color, un verso en el poema de la tierra.
Los ríos se deslizan cual líquido argénteo,
narrando los secretos que susurran a su paso.

Los confines del mapa son los bordes del conocimiento,
donde los cartógrafos, como poetas de lo desconocido,
invitan a soñar más allá del horizonte.
La brújula, su pluma; el astrolabio, su musa.

La cartografía, un mosaico de historias y leyendas,
donde cada coordenada es una estrofa,
y cada contorno, una metáfora de la existencia.
Aquí, las ciudades son estrellas en un firmamento terrestre,
pulsando con la vida de quienes caminan sus calles.

Los mapas, espejos del cielo bajo nuestros pies,
donde cada latitud y longitud entrelaza
el hilo dorado del destino humano.
Son los cartógrafos, los poetas del espacio y el tiempo,
dibujando la sinfonía de la Tierra en acordes de papel.

Así, en el silencio contemplativo de un mapa desplegado,
uno puede escuchar el latido del mundo,
y en la travesía de una sola línea,
viajar desde la penumbra de los valles
hasta el fulgor de las cimas nevadas.

La cartografía es el arte de lo posible,
una invitación a explorar, descubrir, soñar.
Es la representación visual de todos nuestros viajes,
tanto aquellos que hemos tomado,
como los que aún yacen en el lienzo de lo imaginario.