Falsificación y autenticidad: aspectos sustanciales en el peritaje de obras de arte

Conservador y restaurador de bienes culturales
Instituto para la Conservación e Investigación del Patrimonio-ICIP-

La reflectografía infrarroja posibilita la observación del dibujo subyacente. La imagen resultante del análisis con luz infrarroja nos muestra un dibujo previo en una obra de Darío Suro. Fuente: Instituto para la Conservación e Investigación del Patrimonio-ICIP-2016)
Desde los precursores del arte republicano, los exiliados españoles o los primeros egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes, pasando por los artistas de formación autodidacta y otros maestros de reconocido prestigio del arte dominicano, las falsificaciones o estafas se ha convertido en un caldo de cultivo para el comercio del arte[1], acción delictiva que ha contribuido ampliamente a la inestabilidad del mercado. En el caso que nos ocupa, es difícil cuantificar los perjuicios económicos que generan estas prácticas ilícitas ni las cantidades de obras que se hallan colocadas en el mercado, lo cual constituye una violación a los derechos morales y de propiedad del autor.  Se trata de un sector no regulado cuyas transacciones son muy poco transparentes.

La proliferación de obras de arte de dudosa procedencia afecta las producciones atribuidas a los principales artistas europeos que se establecieron en la República Dominicana hacia mediado de la primera década del siglo XX, tales como George Hausdorf (1894-1959), José Gausachs (1889-1959), Manolo Pascual (1902-1983), José Vela Zanetti (1913-1997), Antonio Prats Ventós (1925-1999) y Eugenio Fernández Granell (1912-2001); y a notables artistas nacionales entre los que sobresalen Paul Giudicelli (1921-1965), Yoryi Morel (1909-1979), Gilberto Hernández Ortega (1923-1979), Eligio Pichardo (1929-1984), Clara Ledesma (1924-1999), Antonio Prats Ventós (1925-1999), Jaime Colson (1925-2006), Alberto Ulloa (1949-2011), Domingo Liz (1931-2013) Guillo Pérez (1923-2014), Ramón Oviedo (1924-2015) e Iván Tovar (1942).

En este grupo también se incluyen artistas como Luis Desangles (1861-1940), Abelardo Rodríguez Urdaneta (1870-1933), Adriana Billini (1863-1946) y Celeste Woss y Gil (1891-1985).

Tal y como se puede constatar, se resalta el hecho de que en los últimos años se ha observado un incremento de la falsificación de obras de arte en la República Dominicana, especialmente las obras pictóricas. Sin lugar a dudas, este es uno de los principales problemas que va en perjuicio del patrimonio artístico de nuestro país al que se enfrentan herederos e instituciones en su labor de defender los derechos de los artistas, coleccionistas, así de las entidades que custodian, promueven y comercializan este tipo de objeto artístico y en general, de los ciudadanos.    

La impunidad con la que se conducen los falsificadores, cuyo interés es únicamente mercantil, sobre todo con obras adscribibles a una época o determinado maestro, está impidiendo el desarrollo pleno del coleccionismo, principal causa de pérdida de confianza entre los nuevos coleccionistas, reduciéndolo consecuentemente a una actividad marginal. La mayoría de las transacciones que ocurren no son públicas, al igual que no todas las obras de procedencia cuestionable son reveladas.

Desde hace varios años, periodistas, críticos de arte, coleccionistas, marchantes, galeristas e incluso artistas, vienen denunciando presuntas falsificaciones, sin que nunca se señale a los supuestos estafadores, lo cual representa un dilema, quizás por el miedo de perder prestigio, por temor a represalias,  o por evitar desestabilizar aún más el mercado[2]. En casos extremos, algunos de los afectados deciden no hacer público estas prácticas delictivas por temor a perder clientes o no poder colocar nuevamente la obra en el mercado, obviamente, evitando pérdidas económicas o lesionar la confianza de sus clientes.  
Por lo general, las piezas vienen acompañadas de un documento acreditativo[3], muchas veces manipulado con explicaciones vagas y confusas, que no ofrecen detalles específicos sobre la obra, o bien llegando aún a reproducir ciertos certificados tan minuciosamente como las obras falsificadas en cuestión.
Otro caso de gran interés, al que se le ha prestado poca atención, quizás por desconocimientos o la inexperiencia de personas que encargan “informes técnicos” de obras de arte, con un requerimiento específico; es la elaboración de documentos puramente especulativos, generados sin que cuente con algún aval científico,  en los que se intuye la caracterización de sus materiales constituyentes, sin que se muestren evidencias, ello quiere decir, la ausencia de diagramas de distribución de las técnicas analíticas en función del tipo de análisis llevado a cabo, así como imágenes originadas por los sistemas de observación y captación.
La aportación gráfica de ambos procedimientos es esencial para el respaldo objetivo de la información contenida en un informe.  Las técnicas de análisis que se emplean habitualmente proporcionan información sobre la composición molecular y elemental de los materiales empleados en las obras de artes.  Estas técnicas deben complementarse entre sí, ya que ninguna puede dar por sí misma una información completa sobre la materia prima utilizada, o sobre el proceso de elaboración y ejecución, teniendo en cuenta que las técnicas que se empleen están subordinadas al objeto artístico y al objetivo que se pretende alcanzar. 
Determinar la autenticidad o inautenticidad de una obra es una tarea estructurada y compleja que precisa la combinación de procedimientos técnicos en el que debe incidir un equipo profesional multidisciplinario[4] integrado por especialistas del arte (expertos o conocedores en autor, época, ejecución, análisis, estilo, procedencia, entre otros), así como profesionales formados en el campo de la conservación que sean capaces de aplicar métodos de análisis científico. La combinación de ambos métodos proporcionará una visión integral de la obra de arte (en el que incide el análisis de tipo histórico, estético y físico-químico).
Esta metodología también permitirá construir un modelo estándar que podría ser aplicado sobre nuevas producciones artísticas. Sin embargo, se debe tomar cuenta que la obra de un artista suele ser variada en cuanto al uso de técnicas, soportes y materiales pictóricos ó extra-pictóricos, lo cual en ocasiones podría dificultar la identificación y el estudio comparativo.

Para formular una opinión que satisfaga apropiadamente las legítimas demandas, tanto los expertos o conocedores de obras de arte vinculadas a determinado artista como quienes aplican análisis fisicoquímicos, deben recabar todos los datos posibles mediante el acceso a piezas originales, de indiscutible autenticidad, que permitan el estudio comparativo con la obra en cuestión enfrentándola  a otras paralelas o semejantes en relación a todos los presupuestos técnicos implicados en concordancia espacio-tiempo.
La falsificación de obras de arte es un fenómeno cada vez más extendido en nuestro país, un paso inicial en el estudio de determinada obra de arte es el rastreo de la procedencia, desde el dueño inicial hasta el más remoto. Este es un paso importante porque podría dar luz en la construcción del historial de una obra. Luego, llevar a cabo un análisis estilístico. Un tercer paso es la realización de exámenes fisicoquímicos, para así profundizar, en la medida de lo posible, en la naturaleza de los materiales que constituyen el objeto artístico.

El acercamiento historiográfico junto al análisis científico debe ser regla absoluta para la expertización. Estas investigaciones deben estar apoyadas por fotografías, recibos de transacciones, registros de exposiciones u otra documentación que pueda avalar la legitimidad de una obra de arte.

Finalmente, es necesario y urgente la apertura del debate a fin de garantizar la protección del patrimonio artístico de nuestra nación.


[1] Si hay penas más altas para estos delitos, si se cuenta con un equipo interdisciplinar de especialistas en el peritaje de obras de arte, si se intervienen científicamente las obras y se dificulta el acceso de las mismas al mercado, este flagelo puede disminuir en el tiempo.
[2] La proliferación de falsificaciones esencialmente se debe a la importancia que los objetos adquieren con su comercialización, debido a los valores económicos incrementados por el sistema, el coleccionismo y la especulación.
[3] Existe un importante número de obras de arte que se han cedido por herencia de generación en generación sin haber sido específicamente dada a conocer a través de exposiciones, publicaciones o comercializadas por parte de ninguno de sus sucesivos propietarios. Así como, existe otras obras compradas por particulares, ya sea directamente al artista o algún marchante, en un momento en que determinadas formalidades no eran obligatorias (por ejemplo, emisión certificado o factura). La documentación forma parte de los procedimientos que ha de contemplarse al momento de generar un protocolo de investigación, ello incluye el estudio del certificado de autenticidad emitido por el artista, una Fundación o organismo encargado de velar por los derechos del autor, reseñas en libros, periódicos, catálogos y revistas e informe de conservación.
[4] En cuanto a la estandarización del análisis en los estudios de autentificación, la distinción entre ciencia y experto en artes puede ser una falsa dicotomía. Tanto el experto en artes como el científico recolectan datos sobre determinada obra utilizando diferentes herramientas o procedimientos. El experto o conocedor se auxilia de su agudeza visual y una vasta base de datos mental para emitir juicios sobre una obra. El especialista en las técnicas analíticas aplicadas al arte usa diferentes instrumentos en la realización de exámenes físico-químicos y bases de datos analíticas para hacer su evaluación. Ninguno de los dos enfoques proporciona una compresión integral del objeto artístico. Ambas disciplinas se complementan para alcanzar una compresión equilibrada.